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Casa Gerald BrenanImagen: Elena Laverón. Familia de cuatro, 1997
Del 14 de diciembre de 2023 al 26 de abril de 2024
La Casa Gerald Brenan recibe con los brazos abiertos una selección de esculturas, retratos -uno de ellos autorretrato- y dibujos abocetados, algunos coloreados, de Elena Álvarez Laverón (Ceuta,1938), trasladados desde su jardín cosmopolita, precisamente cercano al de los Brenan, donde se aposenta buena parte de la materia artizada que fundamenta su razón de ser en un proceso feroz e ingobernable, aunque más tarde se instaure la paz tras la tormenta, el rezo tras el goce, razones espinosas para ser pulidas en bronce, mármol o piedra, superficies pulimentadas con esmero hasta borrar la rugosidad del alma. La selección de piezas que pueden verse en esta muestra, han sido estudiadas, acariciadas, con amor, pero con todas las cautelas, y quieren simbolizar, con la perseverancia de un hálito inquieto, esa espinosa unidad de lo matérico con lo espiritual, suerte de constante oxímoron, a través de formas suaves y pulidas, curvas mágicas pero contundentes, de una creadora que siempre ha cultivado los extremos: plenitud corpórea que se transforma en razón de ser, numen ingrávido, cuerpos leves que sin embargo adquieren peso y volumen, aliento abstracto sobre impronta figurativa, una sintaxis transparente que transforma los apriorísticos tanteos o maquetillas en gloriosas piezas expandidas, grosso modo, al universo. Por eso insistimos: Laverón cultiva sin recelo los extremos, tensa la cuerda, transita desde el universalismo africanista y etnocéntrico -extraído de su pasado tangerino con el exquisito Julio Ramis ejerciendo de gurú excepcional-, a la experiencia permeable del gran Henry Moore o a la opulencia crítica o multiforme del mejor Fernando Botero.
El recorrido excepcional de esta creadora -años y años manipulando la materia- instituye una mirada libre de prejuicios, ajena a los cánones, y sus cuerpos, solos o entrelazados, vagan como meteoritos brillantes por la estela del mundo y hoy recalan en esta casa de Churriana, que también ha visto la cara y la cruz, y ha padecido placer y sufrimiento. De nuevo, los extremos.